Opinión

DEL AHOGO A LA EUFORIA

De pedir oxígeno a la celebración de un triunfo inesperado: con una elección que cambió el mapa político y que modificó las expectativas, el gobierno de Javier Milei respira aliviado pero la moneda sigue en el aire: ¿Será capaz de capitalizar la victoria?

Patricio Adorno
Politólogo y Docente

A primera hora del domingo pasado, el gobierno conducido por Javier Milei se preparaba para una victoria o derrota ajustada. El presidente venía de enterarse por los medios de la renuncia de dos de sus ministros mientras que, la cotización del dólar empujaba compulsivamente contra el precio máximo fijado por el BCRA al punto que, ni la maquinita de imprimir papelitos de felicidad (el Tesoro Norteamericano) era capaz de contenerlo.

Pero, al cierre de la jornada, ese mismo gobierno estaba exultante. Con un mapa pintado de violeta, con una diferencia de más de dos millones de votos sobre el peronismo y sus diferentes vertientes y con un pobrísimo desempeño de los rebeldes federales, Javier Milei y la Libertad Avanza se alzaban como la primera fuerza nacional con consecuencias institucionales que auguran cambios profundos.

En primera instancia, se modifica sustancialmente la composición del Congreso que acompañará al presidente en la segunda mitad del mandato. A partir de ahora, LLA contará con diputados suficientes para blindar los DNU presidenciales y descartar de plano cualquier planteo de juicio político. Además, le permitirá a Javier Milei pararse desde una posición en la que, en el peor de los escenarios, necesitará convencer apenas a una veintena de (los siempre predispuestos) dadores voluntarios de gobernabilidad para tener quórum propio y sancionar leyes que requieran mayorías simples.

A esto se suma un hecho central en la dinámica de poder: el gobierno tiene la oportunidad de recobrar la capacidad de ordenar la discusión pública. La contundencia de la victoria reinició el juego y ahora es el gobierno el que está en condiciones de mover primero, de pasar de una actitud reactiva frente a aliados y opositores a ser quien propone qué temas, en qué momentos y bajo qué condiciones se discuten los temas de agenda.

Por otro lado, y en términos económicos, el gobierno tuvo este lunes una refrescante bocanada de oxígeno que ayudó a apaciguar los ánimos de los siempre anónimos y omnipresentes mercados. Volaron las acciones y bonos argentinos, se derrumbó el riesgo país y el precio de la divisa norteamericana se alejó del techo de la banda cambiaria. Cuentan, quienes transitaron esta mañana los pasillos del quinto piso del palacio de hacienda que, al menos por un rato, se observaron fugaces sonrisas entre funcionarios y miembros del equipo económico, gestos que, hasta el pasado domingo, se consideraba en peligro de extinción en el edificio de Hipólito Yrigoyen al 250.

En el plano político, por otro lado, los derrotados se cuentan por decenas. Encabezan la nómina los rebeldes federales que buscaron arbitrar políticamente el futuro del país desde el Congreso de la Nación. Ni Pullaro, ni Llaryora, ni Schiaretti, ni Torres tuvieron los resultados que esperaban. Muy por el contrario, terminaron el domingo profundamente debilitados en términos políticos y parlamentarios: con escasas herramientas de negociación en el Congreso y con sus acciones presidenciables cotizando a la baja en el mercado político nacional.

A los maltrechos federales le sigue la UCR que, con una pobrísima elección, apenas retiene tres de las bancas heredadas de los comicios de 2023. Cómo será de crítica la situación del centenario partido que, por los próximos dos años, en el Congreso habrá más representantes de la Izquierda que del partido fundado por Alem e Yrigoyen.

Finalmente, le toca el turno al siempre lábil justicialismo que, aunque augurando la derrota, se vió claramente sorprendido por la contundencia del resultado nacional de aquellos que lo eligieron como su principal adversario. Y es que, el gran acierto estratégico de LLA fué el poner en pausa las nuevas canciones para recurrir a los clásicos de siempre: una clara y profunda polarización en la que, La Libertad Avanza, se consolidó en la mente del electorado como el claro vehículo de una identidad profunda y visceral: el antiperonismo o, su versión más moderna, el antikirchnerismo.

En este sentido, los slogans libertarios: "kirchnerismo nunca más" y "la libertad avanza o la argentina retrocede" encontraron en el motivo del temor de los mercados (la derrota libertaria del 7 de septiembre en PBA) su mayor aliado: la contundente victoria del peronismo en Provincia de Buenos Aires sirvió para activar, para corporizar, para materializar estas consignas de campaña. Y es que LLA, perdiendo estrepitosamente una elección local, sentó las bases para un triunfo nacional. El dato es contundente: en octubre, La Libertad Avanza sumó casi un millón de votos a su resultado de septiembre mientras que el peronismo perdió, al menos 300.000.

Desde San José 1111 rápidamente salieron a instalar la idea de que "Cristina tenía razón". Una chicana destinada a limar a Axel Kicillof a quién, desde "el patria" se lo designa como el responsable de pasar de ganar por trece puntos porcentuales a perder por uno. Lectura lineal que olvida un hecho importante: en 2017 la propia Cristina fué derrotada por Esteban Bullrich en el marco de un peronismo fragmentado que tenía a un tal Sergio Massa compitiendo por fuera.

La referencia a 2017 no es casual. En aquél entonces el presidente de turno recibió un espaldarazo significativo por parte de la ciudadanía. Cambiemos, así como La Libertad Avanza, pintaron de sus respectivos colores al país. Macri eligió profundizar y no abrió su gobierno. Creyó que tenía carta blanca para avanzar en las reformas que proponía y su gobierno terminó en una derrota contundente en primera vuelta cuando aspiraba a la reelección.

Javier Milei pareciera haber aprendido la lección de lo que le ocurrió al "presi". Su discurso el domingo por la noche pareció buscar revivir la consigna larretista del acuerdo transversal entre el 70% de las fuerzas políticas del país. Llamó a gobernadores, diputados y senadores a un acuerdo nacional. Pero hay quienes dudan: ¿Será un acuerdo como el "Pacto de Mayo" en el que el presidente decidió cuáles eran los acuerdos sin participación de los interlocutores? ¿O será un acuerdo real en el que, fruto de la discusión y el consenso se llegará a un punto en el que, todas las partes, sientan que han resignado algo con tal de ganar?

El pasado suele ser el mejor predictor del futuro pero, el actual, es un presidente que se empeña en sorprendernos.

¿Fin?


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