El país de los gobernantes sin lengua
"Es curiosa la impresión de mudez que dan estos hombres. Son hombres sin lengua". Marcos Morínigo, en Difusión del español en el Noroeste argentino (1959).
Si algo provoca vértigo en la Argentina es la velocidad con la que los dos discursos antagonistas que polarizan el debate público se han estrellado hasta hacerse añicos contra la realidad.
En un extremo discursivo, el Gobierno de La Libertad Avanza se desautorizó brutalmente a sí mismo, y con la fuerza incontrastable de los hechos, cuando descubrió que el Estado no era la madre de todos los problemas, como declaró en Davos en 2024, sino, más bien, el salvador del marasmo financiero en que naufragaba el oficialismo. Fue un Estado, y nada menos que aquel que encarna el modelo liberal que reivindica Javier Milei, el que le dio oxígeno a la ahogada coyuntura libertaria.
Tras la paliza electoral que recibió en los comicios parlamentarios bonaerenses del pasado domingo 7, el Gobierno lucía inerme frente a un escenario que se presumía catastrófico el viernes 19: el dólar arañaba los 1.600 pesos de cotización; el "riesgo país" alcanzaba los 1.500 puntos básicos y los activos argentinos se desplomaban en el exterior. El lunes pasado llegó el salvavidas. Y no desde el sector privado, sino desde la Casa Blanca. El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, anunció que se asistiría a la Argentina para evitar su colapso. Luego, su jefe, Donald Trump, recibió a Milei y explicitó el respaldo, que se materializará mediante un "swap" de U$S 20.000 millones. Entonces bajaron el dólar, subieron las acciones argentinas y descendió el "riesgo país".
Aquella vez en Davos cuando Milei demonizó al Estado, también entronizó a los empresarios. Los llamó "héroes" y les pidió "resistir a la casta". Ese discurso también estalló durante estos días. El Gobierno enterró ese eslogan tan bobo como soberbio que se abreviaba con las siglas "TMAP" ("Todo marcha de acuerdo a lo planeado") y el domingo a la noche, con puntualidad envidiable, inauguró la primavera de las improvisaciones. Anunció sorpresivamente que eliminaba las retenciones a la exportación de granos hasta el 31 de octubre o hasta que se liquidaran U$S 7.000 millones. Ya se sabe que en la política no hay sorpresas, sino solo sorprendidos, porque la medida entró en vigencia el lunes y 72 horas después ya se había agotado el cupo de exportación por ese monto. En rigor, 10 grandes exportadoras hicieron el grueso de las operaciones. Una sola de ellas, Bunge, anotó operaciones por U$S 4.200 millones. Para ellas es el beneficio de la exención del impuesto. Los productores que vendieron su producción en esos días obtuvieron alguna mejora en el precio de la soja, porque las exportadoras salieron a comprar para aprovechar la "barata" estatal. Pero ese beneficio es ínfimo comparado con el negocio que hicieron los "héroes".
Curiosamente, los "héroes" después no fueron muy heroicos y el ministro de Economía, Luis Caputo, los caratuló de "algunos vivos". Resulta que hubo quienes compraban dólar oficial y luego lo vendían en el mercado financiero (el dólar MEP o el Contado con Liquidación -CCL-), beneficiándose con una diferencia favorable dado que había una brecha entre ambas cotizaciones. Ello obligó al Gobierno a tener que plantear una restricción cruzada para frenar esos "rulos": los compradores de dólar oficial no pueden operar con CCL o MEP, y viceversa. Ocurre que estas maniobras especulativas encarecían el dólar oficial, por la presión compradora, y le impedían al Gobierno poder comprar reservas para el Banco Central con un precio en torno a los $ 1.320. Así que directamente optaron por sacar a los "héroes" de la ecuación. El Central, que entre el miércoles 17 y el viernes 19 había vendido U$S 1.100 millones, terminó comprando entre el miércoles 24 y el viernes 26 unos U$S 2.000 millones.
Así como en El Eternauta el Tano Favalli le dice a su amigo: "Lo viejo funciona, Juan"; los libertarios tienen que deconstruir su personaje de exaltados "anarco-capitalistas" para recitarle a su improvisado líder: "El Estado funciona, Javier".
¿Y el Estado presente?
En el otro extremo discursivo, la peor y más criminal de las noticias vino a demoler la perorata de que el Estado debe serlo todo. El obtuso "estado-centrismo" del kirchnerismo (la versión del peronismo en el siglo XXI) terminó siendo la placenta para incontables casos de corrupción. Ese es el hilo que hilvana el rosario de escándalos que va desde "La ruta del dinero K" hasta la causa de los "Cuadernos de la Corrupción", pasando por la causa "Vialidad", por la que se encuentra condenada la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Ni hablar de esa verdadera hipoteca a las cuentas públicas que es la estatización de YPF. En nombre de la "soberanía energética" ("soberanía" era el argumento para estatizarlo todo), se pagó a Repsol U$S 5.000 millones en 2014 por el 51% de las acciones, que era prácticamente lo que valía la totalidad de la compañía. La capitalización bursátil por entonces era de unos U$S 6.000 millones.
Estatutariamente, la Argentina debía hacer una oferta a los accionistas minoritarios tras expropiar el paquete mayoritario de la firma. No lo hizo. De hecho, el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, se jactó de que el Gobierno no iba a hacer tal cosa porque no eran "estúpidos". La "lucidez" del actual gobernador de Buenos Aires redundó en una sentencia adversa por la cual la Argentina debe indemnizar con U$S 16.000 millones a los tenedores del 30% de las acciones. A enero pasado, el valor del 100% de la compañía era de unos U$S 18.000 millones. Así que, gracias al estatismo "K", ahora hay que pagar por un tercio de la compañía casi lo que vale toda ella.
Aun así, nada se compara con el brutal desengaño de esta semana. El "triple crimen" de Florencio Varela, en el que fueron salvajemente asesinadas las jóvenes Brenda del Castillo, Morena Venadi y Lara Gutiérrez, formula una pregunta imposible de responder para los coreutas de la "redistribución de la riqueza": ¿Dónde se encontraba el "Estado presente" en el diario vivir de esas chicas y de sus entornos familiares? ¿Adónde fueron a parar los miles y miles de millones de pesos de los presupuestos estatales gastados en nombre de que "donde hay una necesidad, hay un derecho"? ¿Dónde están esos derechos, a juzgar por la inagotable matriz de necesidades en la que viven millones de argentinos residentes en el Conurbano bonaerense?
Entre banquinas y falacias
Es curiosa la impresión de mudez que impera en la escena pública argentina. Los protagonistas que la concurren parecen hombres sin lengua. Milei, el despotricador del Estado, acaba de ser salvado por un Estado. Kicillof, el endiosador del "Estado presente", estaba ausente de su provincia y hasta del país cuando el "triple crimen" hizo que Buenos Aires fuese la mala noticia de la Argentina.
Milei logró contener, durante la semana pasada, el derrumbe de las finanzas argentinas. Pero no ha podido frenar la devaluación de su palabra: él, autopostulado al Nobel de Economía, y Caputo, nominado como el "mejor ministro de Economía de todos los tiempos", anunciaron que habría ayuda de Estados Unidos y no lograron controlar la histeria del mercado. Tuvo que aparecer un funcionario de otro gobierno, de "extraña jurisdicción", para que el humor financiero cambiara.
Kicillof, cuyo triunfo en las urnas hace 20 días no oculta la gestión ruinosa que hace de su provincia, solo atinó a tratar de endilgarle la responsabilidad por el "triple crimen" a la Ciudad de Buenos Aires, en nombre de que el principal sospechoso de la atrocidad, "Pequeño J", opera en un asentamiento de emergencia de CABA. De proponer soluciones, ni hablar. Hoy, como antes en su desastrosa gestión ministerial, solo atina a contestar: "Ah, pero Macri..."
La coyuntura argentina provoca vértigo porque el debate público ni siquiera es pendular: directamente, es de barquinazos. O el Estado representa todos los problemas. O el Estado soluciona todos los problemas. Dos extremismos completamente idiotizados. Pero, sobre todo, absolutamente falaces. La realidad los ha desautorizado. Y ello deja a los argentinos en un páramo inquietante: el de un momento en que los principales actores de la política carecen de palabra. ¿Cómo construir alternativas con sujetos "sin palabra" si la democracia es el gobierno del consenso de las opiniones?
Unos proclaman una razón de mercado carente de cualquier valor. Otros reivindican axiomas paternalistas divorciados de cualquier razonabilidad y viabilidad económica. En medio, para recordar un postulado de Max Weber que tiene ya más de un siglo, habría que aspirar a razones valorables y a valores razonables. Lo que equivale, tan solamente, a aspirar a un poco de cordura.