El infierno por el que pasaron los náufragos del USS Indianapolis
Luchaban con tiburones esperando el rescate tras un sorpresivo ataque de Japón en la Segunda Guerra Mundial.
El 30 de julio de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial ya agonizaba, el USS Indianapolis navegaba el Mar de Filipinas tras cumplir una misión ultrasecreta: había entregado el material para construir las bombas atómicas que caerían en Hiroshima y Nagasaki. Su tripulación, agotada, pero aliviada, se relajaba al pensar en el regreso. Pero a las 00:14 horas, todo cambió.
Dos torpedos lanzados por el submarino japonés I-58 impactaron el barco. En apenas doce minutos, el enorme crucero de guerra se hundió. De los 1196 hombres a bordo, 315 quedaron atrapados en su interior. Otros 890 cayeron al mar, sin saber que deberían resistir cinco días sin ayuda.
Cinco días de infierno: tiburones, sol y locura
Los náufragos enfrentaron condiciones extremas. El agua contaminada por combustible provocaba vómitos, el sol les quemaba los ojos y la piel. Las noches heladas eran igual de letales. Pronto llegaron los tiburones: tiburones tigre y de punta blanca comenzaron a rodearlos, atacarlos y devorarlos. El agua se tiñó de rojo.
Con la sed llegó la desesperación. Algunos bebieron agua salada, otros comenzaron a delirar, y hubo peleas entre compañeros: "Todo estaba tranquilo hasta que escuchabas un grito, un aullido: otro tiburón había atacado", relató años después Woody James, uno de los pocos sobrevivientes.
El rescate recién llegó el 2 de agosto, cuando un hidroavión en misión de rutina detectó restos humanos flotando. Solo 317 hombres salieron con vida del mar. Dos murieron poco después.
El juicio al comandante y la injusticia histórica
La tragedia se mantuvo fuera del foco público en un Estados Unidos que festejaba la inminente victoria sobre Japón. Pero meses más tarde, el comandante Charles McVay fue llevado a una corte marcial. Se lo acusó de no navegar en zigzag, supuestamente una maniobra que habría evitado el ataque. Fue el único oficial juzgado entre más de 300 naufragios sufridos por la Armada estadounidense en la guerra.
Incluso el comandante japonés del submarino I-58, Mochitsura Hashimoto, testificó que la maniobra no habría cambiado el resultado. Aun así, McVay fue condenado. La sentencia se revocó años después, pero el daño ya estaba hecho. En 1968, tras una larga depresión y la muerte de su esposa, McVay se quitó la vida. Lo encontraron con un arma en una mano y un soldadito de juguete en la otra.
Una carta de paz entre los últimos dos sobrevivientes
En 2023, Harold John Bray, el último sobreviviente del USS Indianapolis, escribió una carta al único tripulante vivo del I-58: Kunshiro Kiyomizu, que tenía apenas 16 años cuando ocurrió el ataque.
"Quisiera extenderle mi mano de amistad y decirle que no hay enojo. No hay ganadores en la guerra", escribió Bray.
La respuesta de Kiyomizu no tardó
"A pesar de que la guerra fue un hecho infausto, me alegra que hoy vivamos en paz. Recordemos a nuestros camaradas caídos".