El 25 de noviembre, lo que debía ser el último paso hacia una nueva vida se convirtió en una pesadilla. Felicitas Lauría, una joven cordobesa de 22 años, fue detenida por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en California mientras asistía, junto a su esposo estadounidense, a la entrevista final para obtener la residencia permanente.

La joven permaneció 10 días detenida, esposada y encadenada, hasta que logró recuperar la libertad bajo fianza. Su caso refleja el impacto de las nuevas políticas migratorias en Estados Unidos y el miedo que atraviesan miles de inmigrantes.

La historia de amor que la llevó a quedarse en Estados Unidos

Felicitas llegó a Estados Unidos a comienzos de 2023 con una visa del programa Au Pair, un sistema de intercambio cultural que permite trabajar y vivir temporalmente en el país. A los pocos meses, su vida dio un giro inesperado.

"Lo conoció a Marcus en el bar donde él trabajaba, justo la noche que ella cumplía 21 años", contó a TN Mariana Lozita, su mamá. El vínculo creció rápidamente y, en febrero de 2025, la pareja se casó.

Tras el matrimonio, Felicitas inició el proceso de ajuste de estatus migratorio. Había presentado toda la documentación, completado los trámites biométricos y obtenido el permiso de trabajo. Incluso ya había conseguido un nuevo empleo y se preparaba para la entrevista conyugal, el último paso para acceder a la residencia permanente.

De la entrevista al encierro: 10 días detenida por el ICE

Durante la entrevista, los agentes le consultaron si su visa estaba vencida. Felicitas respondió que sí, pero aclaró que estaba amparada por el proceso de ajuste de estatus. Aun así, fue detenida en el lugar.

"Los estaban esperando a todos", aseguró su madre, al relatar que otros inmigrantes fueron arrestados en circunstancias similares. "Feli entró legalmente al país, estaba casada con un ciudadano estadounidense y no tenía antecedentes", subrayó.

Las primeras 48 horas fueron de absoluta incomunicación. Luego fue trasladada entre distintas dependencias y al centro de detención Otay Mesa, donde, según su familia, estuvo en condiciones inhumanas. "La tuvieron encadenada de pies a cintura y de manos. No le sacaban las cadenas ni para ir al baño", relató Lozita.

Además, denunció que le suspendieron la medicación para la tiroides y no le permitieron usar sus anteojos. El encierro se extendió durante 10 días, atravesando incluso el feriado de Acción de Gracias.

Finalmente, a comienzos de diciembre, Felicitas fue liberada tras pagar una fianza de 1.500 dólares, aunque quedó con tobillera electrónica, que recién le retiraron el 11 de diciembre por indicación médica.

Hoy, la joven continúa en California junto a su esposo, retomó su trabajo y sus estudios, mientras espera la audiencia clave del 11 de marzo de 2026, donde se definirá si podrá quedarse en Estados Unidos o será deportada. Su familia mantiene la esperanza de un fallo favorable, aunque la incertidumbre sigue marcando el día a día.