Opinión

Donald Trump y el regreso del macartismo: cómo el miedo sigue siendo un arma politica

Setenta años después de la caza de brujas anticomunista, Estados Unidos vuelve a vivir un clima de acusaciones, listas negras y enemigos internos. Donald Trump, en medio de la turbulencia,, parece decidido a desempolvar el manual de Joseph McCarthy, pero con las redes sociales como amplificador.

Un fantasma que no se fue

En un encuentro reciente con el riñon de MAGA (Make America Great Again), Donald Trump levantó la voz y señaló con el dedo: "Ellos no son patriotas, son traidores". No hablaba de potencias extranjeras, sino de opositores políticos, periodistas, jueces y hasta miembros de su propio partido. La imagen, para cualquier lector de historia, tiene un eco incómodo: el de Joseph McCarthy, el senador que en los años 50 hizo del miedo una herramienta de control político.

Aquel macartismo nació en plena Guerra Fría, cuando el comunismo soviético era visto como una amenaza existencial para Estados Unidos. McCarthy construyó su carrera señalando supuestos infiltrados, elaborando listas negras y arruinando reputaciones sin pruebas sólidas. El método era simple: acusar, amplificar y nunca retroceder.

Del comunismo al "deep state"

Trump no busca comunistas; busca enemigos más difusos pero igualmente útiles para encender a su base electoral. El "deep state", los "marxistas culturales", la "élite progresista global" y los inmigrantes se convierten en los nuevos sospechosos de siempre. La lógica es la misma que la de McCarthy: si no estás alineado, sos parte de la conspiración.

Las redes sociales, le dan a Trump una ventaja estratégica. Desde su propia plataforma, Truth Social, desde X o en entrevistas con medios afines, instala acusaciones que se propagan de forma instantánea. La velocidad de difusión reemplaza la necesidad de pruebas: en la era digital, la repetición basta para convertir una idea en verdad para millones.

Un clima que se endurece

La retórica de Trump no es un simple recurso de campaña. Contribuye a un clima social cada vez más crispado. Según datos del FBI, los delitos de odio y las amenazas a funcionarios han crecido en los últimos años. Las palabras, cuando provienen del presidente de un Imperio, tienen un peso que excede la tribuna política.

En sus discursos, Trump insiste en que el país está "en guerra" contra fuerzas internas que buscan destruirlo. No habla de metáforas: habla de "expulsar" a esas fuerzas, de "limpiar" el sistema, de "castigar" a quienes las encarnan. El macartismo, otra vez, no como política pública concreta, sino como atmósfera permanente.

McCarthy cayó en desgracia en 1954, cuando fue censurado por el Senado y perdió respaldo popular. Trump, en cambio, opera en un ecosistema político y mediático que premia la confrontación y la viralidad. Si McCarthy necesitaba un comité para acusar, Trump necesita un tuit.

Por qué funciona

La historia política muestra que el miedo es uno de los motores más eficaces para movilizar voluntades. Es emocional, inmediato y no requiere consensos complejos. Trump lo entiende y lo aplica: plantea una crisis constante y ofrece una solución simple -él mismo como única barrera frente al desastre.

Además, el escenario actual de polarización extrema le permite reforzar esa narrativa sin grandes costos entre sus seguidores. Cualquier crítica se convierte automáticamente en prueba de que el crítico "forma parte del complot".

Riesgos y consecuencias

La repetición de este patrón erosiona las bases de la democracia. Las instituciones pierden legitimidad cuando un líder popular las presenta como enemigas del pueblo. El periodismo se debilita cuando es etiquetado como traidor. Y la violencia política encuentra justificación cuando se cree que se está combatiendo una amenaza existencial.

A nivel internacional, el discurso macartista de Trump encuentra eco en otros líderes populistas que usan la polarización como motor. El manual se exporta con facilidad: crear un enemigo interno, amplificarlo y presentarse como salvador.

Epilogo anti-Macartista

Joseph McCarthy murió en 1957, pero su sombra sigue viva. El macartismo no es un capítulo cerrado: es un método que hiberna hasta encontrar un líder dispuesto a reactivarlo. Hoy, ese líder se llama Donald Trump.

Durante las audiencias acusatorias promovidas por McCarthy el abogado Joseph Welch le espetó "Hasta este momento, senador, creo que nunca calculé realmente su crueldad ni su imprudencia. Ya ha hecho suficiente. ¿No tiene sentido de la decencia?". Vincular esa frase a los tiempos actuales resulta tristemente necesario.

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