Ascensos que no ilusionan
El ascenso argentino entre sospechas y castigos polémicos: fallos que pesan más que los goles, sanciones basadas en "fake news" y una final Madryn-Estudiantes que será examen ético para la AFA.
El ascenso argentino dejó de ser un torneo competitivo para convertirse en un laboratorio de decisiones arbitrarias, donde los fallos pesan más que los goles y las sospechas valen más que el juego.
Vivimos en una era deportiva donde casi nada sorprende; todo parece predecible. Y es que el balance del año no solo lo hacen quienes cuantifican su trabajo o sus estudios, sino también aquellos que se juegan un proceso entero, una temporada, en un solo partido, donde 180 minutos pueden significar la gloria o la desdicha.
Este año, el ascenso argentino demostró que su magia se está apagando. Ya no hay mística de barrio ni esa tensión genuina en las definiciones, sino decisiones arbitrales que parecen guiones previstos.
El fútbol de ascenso, con su historia de finales vibrantes, hoy se ve atrapado en la sombra de la sospecha institucional.
Es como si el ascenso, que debería ser un paciente sano y lleno de potencia, empezara a mostrar signos de una enfermedad profunda, donde el latido se vuelve irregular y, en vez de mejorar, empeora.
Si fuese un médico quien diera un diagnóstico, podría identificar el primer gran síntoma de esta crisis cuando el árbitro Lucas Comesaña denunció supuestas amenazas tras el partido entre Gimnasia de Jujuy y Deportivo Madryn.
Sin embargo, el Tribunal de Disciplina de la AFA resolvió dar por perdido el partido a los jujeños por 3-0, aunque estaban ganando 1-0 en la ida. Este fallo no solo sepultó las chances deportivas de Gimnasia, sino que dejó al torneo marcado por decisiones extradeportivas que pesan más que el rendimiento dentro del campo.
El segundo síntoma tiene rostro y nombre: Walter Otta, director técnico de Deportivo Morón, quien fue sancionado por 30 días por el Tribunal de Ética de la AFA. La razón: supuestas declaraciones atribuidas a él -que nunca habría hecho- en las que, según la acusación, criticaba a Claudio Tapia y Pablo Toviggino.
Otta calificó la sanción como una "injusticia total" y denunció que se trata de una "fake news". Morón, por su parte, emitió un comunicado oficial para desmentir lo atribuido a su entrenador y anunció que buscaría revertir la medida con respaldo legal. Pero la realidad fue otra: el DT terminó viviendo el partido desde la tribuna.
Estos ejemplos y sanciones exponen una crisis institucional que atraviesa a cada hincha del fútbol argentino. Estamos en medio de un ascenso que ya no solo sufre dentro del césped, sino que agoniza en la estructura misma del poder futbolístico.
Pero aún hay un síntoma más sutil, aunque tan crítico como los anteriores: la violencia de la desconfianza. No es solo agresión física, sino una violencia simbólica que se respira en cada tribuna, en cada rumor y en cada charla de café bajo un concepto repetido hasta el cansancio: "está todo arreglado".
Hinchas, jugadores y técnicos miran las designaciones arbitrales con recelo y no pueden evitar preguntarse: ¿Cuándo habrá una final donde no parezca que ya se sabe quién ganará ? ¿Cuándo se construirá una cultura de transparencia en lugar de una conspiración permanente?
Cuando uno observa estos síntomas -la quita de puntos, la sanción a un DT por algo que niega haber dicho y esa violencia difusa de la sospecha- se da cuenta de que el ascenso no solo está enfermo, sino que podría estar al borde del colapso institucional. No basta con señalar las irregularidades: hace falta una intervención profunda de la entidad que regula todo.
Está claro que se necesita un ascenso competitivo, pero también ético. Un torneo donde los fallos arbitrales no se transformen en sentencia, donde la sospecha no se convierta en certeza, donde quien ascienda lo haga sin apelaciones oscuras y donde las sanciones no nazcan de una fake news, sino de pruebas.
Porque, al final, los verdaderos amantes del fútbol solo quieren ver un juego atractivo y justo. Y, ante este contexto, resuena con más fuerza aquella frase que marcó un antes y un después en la historia argentina: "la pelota no se mancha". Eso nos obliga a preguntarnos si quienes tienen el poder están dispuestos a transformar este presente antes de que caduque para siempre.
EL MOMENTO ES AHORA
La primera final del Reducido por el segundo ascenso entre Deportivo Madryn y Estudiantes de Río Cuarto se jugará este sábado 22 de noviembre a las 21:15 horas en el estadio de Estudiantes de Río Cuarto, mientras que la revancha será en la cancha de Madryn la próxima semana.
Esta final no solo representa 180 minutos de juego, tensión y ansiedad para ambos clubes, sino también la esperanza de ver 180 minutos de un fútbol justo, vistoso y donde dentro del césped gane quien realmente lo merezca.