Opinión

Cuidemos a los visitantes, el fútbol los necesita: que el folclore no sea un himno a la violencia

La presencia de casi 2.000 hinchas de Rosario Central en la cancha de Atlético inauguró el regreso del público visitante a Tucumán. El desafío es demostrar que entendimos que la tolerancia es vital dentro y fuera de la cancha.

La llegada a Tucumán del campeón del mundo Ángel Di María fue, sin dudas, motivo de orgullo y celebración. Sin embargo, si lo pensamos bien, eso quedó en segundo plano frente a lo que pasaba en simultáneo: el regreso de casi 2.000 hinchas visitantes de Rosario Central. Sí, aunque le sorprenda, como futboleros necesitábamos esto: una nueva oportunidad para demostrar que podemos convivir con el que piensa distinto, con el que viste otros colores, con el rival que muchas veces confundimos con enemigo. Hay que cuidar a los visitantes.

"Las Paces", tema de Las Pastillas del Abuelo, expresa el anhelo de cualquier hincha: que las canchas vuelvan a ser un lugar seguro para todos. Que el espectáculo sea compartido, con el folclore y las gastadas, pero sin violencia. La fiesta en los estadios fue manchada por unos pocos y derivó en la prohibición del público visitante por más de 12 años, desde el 11 de junio de 2013 hasta el 19 de julio pasado, cuando Lanús recibió a los hinchas de Rosario Central. Ese día, oficialmente, volvieron los visitantes al fútbol argentino.

Con el público visitante en las tribunas, Atlético Tucumán y Rosario Central no se sacaron diferencias en el partido de este sábado

Entre tensiones, la prueba comenzó


Ayer fue el turno de Tucumán. Atlético aceptó el pedido del club rosarino y habilitó un sector del José Fierro para recibir a 2.000 Canallas. Del partido no hablaremos, pero sí del clima alrededor. Hubo requisas más estrictas, demoras para evitar cruces, escolta policial para jugadores y simpatizantes visitantes, y el recibimiento con cánticos como "son los comegatos... son los p... de Rosario", que los rosarinos respondieron con ingenio. Y aunque suene fuerte, esto es parte del folclore esperado.

"Cuántas veces he sufrido tus cargadas, cuántas veces fui verdugo a tu lamento, para luego festejar a carcajadas en un abrazo de amistad que es monumento", dice una de las frases que mejor describe la pasión futbolera. Porque sí: cada lunes, en la escuela o en el trabajo, el resultado nos define como víctimas o victimarios de las gastadas... hasta el lunes siguiente, cuando la venganza de memes puede ser terrible. Y eso también es hermoso.

¿Era culpa de los visitantes?

¿Cuándo perdimos la brújula? ¿En qué momento entendimos que ellos eran la causa de la violencia? ¿O fue simplemente la solución más fácil y superficial para maquillar el problema? La prohibición pareció reducir los incidentes, pero luego vimos a barras del mismo club enfrentarse entre sí. La realidad es que los visitantes nunca se fueron: se llamaban "neutrales" o "infiltrados". Entonces, ¿el problema era verlos con la camiseta? ¿Era imperdonable que canten sus canciones o griten un gol?

Han pasado 12 años. Ayer vinieron hinchas de Central y pronto llegarán los de Talleres y River. Tenemos otra oportunidad de demostrar que aprendimos a tolerar. Que las nuevas generaciones entendemos que la cancha es un lugar para alentar, descargar y disfrutar, pero con límites claros. Se admiten puteadas -y si son ingeniosas, mejor-, pero hasta ahí.

Recordemos la premisa de ese temazo de LPDA: "que el folclore no sea un himno a la violencia, que el rival no se convierta en enemigo". Y aunque suene ingenuo, elijo creer: "que en mis ojos brille siempre la inocencia, disfrutemos todos juntos el partido".

"Que el aguante ya no sea más por plata y que limpias se alcen siempre nuestras manos".

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