Tabarca: la isla habitada más pequeña de España, un tesoro escondido en el Mediterráneo
A solo 8 kilómetros de la costa de Santa Pola, este paraíso alicantino combina historia, mar y tranquilidad.
En pleno Mediterráneo, a solo ocho kilómetros de la costa de Santa Pola, se encuentra Tabarca, la isla habitada más pequeña de España. Con apenas 0,3 kilómetros cuadrados, este rincón de aguas turquesas y calles pintorescas guarda siglos de historia y una belleza natural que la convierten en uno de los secretos mejor conservados de la provincia de Alicante.
Con 1800 metros de largo por 400 de ancho, en Tabarca viven apenas unas 50 personas que disfrutan de la paz absoluta durante gran parte del año. Solo en verano, la isla se llena de visitantes que llegan atraídos por sus playas, sus casas blancas y su aire de pueblo marinero.
Entre sus joyas históricas se destacan los restos de la muralla que la protegía de los piratas, la Iglesia de San Pedro y San Pablo del siglo XVIII y un faro que, desde lo alto, guía a las embarcaciones que cruzan el horizonte.
Una reserva marina única en España
Tabarca fue declarada Bien de Interés Cultural y Conjunto Histórico-Artístico, pero su mayor tesoro está bajo el mar. Alrededor del islote se extiende una reserva marina de 1400 hectáreas, la primera creada en España, con una biodiversidad excepcional.
Sus fondos marinos son considerados de los más ricos del Mediterráneo, ideales para practicar buceo o snorkel. Allí habitan praderas de posidonia, peces multicolores y especies únicas que hacen del entorno un paraíso natural protegido.
Cómo llegar y qué esperar
La única manera de llegar a Tabarca es por mar. Desde Santa Pola parten embarcaciones que en apenas media hora conectan el puerto con la isla. También hay servicios desde Alicante y Torrevieja durante el verano.
En Tabarca el tiempo parece detenerse: no hay autos, las playas son tranquilas y la vida transcurre con el ritmo pausado de sus pocos habitantes. Es un destino perfecto para quienes buscan desconectar, disfrutar del mar y descubrir un rincón donde la historia y la naturaleza se encuentran en armonía.