Opinión

Sin equilibrio no hay democracia

Mañana se conmemora el Día Internacional de la Democracia. Nada hay más importante para una sociedad política.

Mañana se conmemora el Día Internacional de la Democracia, según instituyó la ONU en 2007. Esa circunstancia es propicia para que las urgencias de la coyuntura política argentina no tengan prioridad respecto de lo importante. Nada hay más importante que la democracia para una sociedad política. Es a la luz de la democracia como también -y en especial- vale la pena valorar el presente.

Lo primero es determinar de qué hablamos cuando nos referimos a "democracia". Suscribimos aquí a su concepción multidimensional, delineada por Michael Coppedge, John Gerring, Staffan I. Lindberg para el gravitante proyecto "Variedades de la Democracia". Si bien no hay consenso en torno de una definición general de democracia, como advierten los autores, parece haberlo en lo relativo sobre los diversos principios normativos que la constituyen. Son siete esos principios primordiales: electoral, liberal, mayoritario, consensual, participativo, deliberativo e igualitario.

La competencia

El principio electoral de la democracia refleja la idea de que la democracia es obtenida a través de la competencia entre grupos de liderazgo, que se disputan la aprobación de los votantes durante elecciones periódicas ante un amplio electorado. Esta es "condición necesaria": si no hay elecciones libres y sin fraude no puede haber democracia. Pero no es "condición suficiente". La democracia no se agota en la mera celebración periódica de comicios. En el caso argentino, es una dimensión robusta. El domingo pasado, la votación legislativa bonaerense comprobó que los comicios son competitivos: la incertidumbre precedió los resultados y el oficialismo nacional perdió.

La Transparencia

El principio liberal de la democracia enfatiza la importancia de la transparencia, la libertad civil, el estado de derecho, la rendición de cuentas ("accountability") horizontal (controles efectivos sobre los gobernantes), y los derechos de las minorías. En esta dimensión, la coyuntura argentina no es tan preclara como en la anterior. Aunque La Libertad Avanza se presentó como la opción liberal, este año el principio de rendición de cuentas se ha visto lesionado. Ante el escándalo con "$Libra", la Oficina Anticorrupción (entidad de rendición de cuentas horizontal asignada) se apuró en cerrar el expediente con una conclusión inverosímil: sostuvo que Javier Milei, cuando promocionó la criptomoneda en su cuenta de "X", tuiteba como ciudadano y no como Presidente de la Nación.

No fue, por desgracia, el único caso. "La idea básica de la democracia política contemporánea, o poliarquía, es que el poder político proviene de los ciudadanos, que son individuos con derechos. Estos incluyen el derecho de participar en los procesos que conducen al acceso a roles gubernamentales y un conjunto mínimo de derechos civiles (libre expresión, asociación, acceso a la información, circulación) sin los cuales toda participación deviene ficticia", advertía Guillermo O'Donnell en "Accountability Horizontal. La institucionalización legal de la desconfianza política", publicado en 1998. Con el caso de los audios de Diego Spagnuolo, en los que se escucha al ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) afirmar que la secretaria general de Presidencia, Karina Milei, recibiría "coimas" de proveedores del Estado, la Casa Rosada consiguió la prohibición judicial de la difusión de esos registros por la prensa, en un caso de manifiesta censura previa.

Las Mayorías

El principio mayoritario de la democracia refleja el valor de que la voluntad de la mayoría debería ser soberana. La mayoría debe prevalecer sobre la minoría. La Argentina, en este aspecto, se mueve a los barquinazos. El Gobierno libertario, minoritario en el Congreso, invocó la democracia mayoritaria para imponer el DNU 70/2023, de 366 artículos, o la vastísima "Ley Ómnibus". Pero ahora que el Congreso ha insistido con la Ley de Emergencia en Discapacidad, que actualiza aranceles y mantiene vigentes las pensiones, evalúa frenarla, amenaza con judicializarla (¿es inconstitucional la facultad constitucional del Congreso de rechazar vetos?) y no reasigna partidas a la Andis. 

El Pluralismo

El principio consensual (o pluralista) de la democracia favorece la inclusión de múltiples puntos de veto y de la mayor cantidad de perspectivas políticas posibles. Esta dimensión viene maltratada desde hace más dos décadas. El kirchnerismo fue el primero en estatuir la descalificación como discurso de Estado. Quienes no estaban de acuerdo con el "relato" eran "gorilas", "golpistas", "cipayos" o "destituyentes". Los libertarios no desmontaron ese desprecio por el pluralismo, sino que sólo sustituyeron las etiquetas. Ahora, los que cuestionan el accionar de este gobierno son "parásitos mentales", "ensobrados", "zurdos empobrecedores" y "mandriles".

La Participación

El principio participativo de la democracia resalta la importancia del voto, pero también de asambleas ciudadanas, primarias partidarias, referendos, jurados, movimientos sociales, audiencias públicas, consejos vecinales, y otros foros de participación ciudadana. Esta dimensión democrática se vio afectada con la eliminación de las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO), una instancia que le daba a los ciudadanos el poder de decidir quiénes serían candidatos. En la década de 1980 se celebraron las últimas grandes internas nacionales de la UCR (1983) y del PJ (1988). Con posterioridad, se impusieron los "acuerdos de cúpula" y los afiliados se encontraban con listas de postulantes que surgían del "toma y daca" de los sospechosos de siempre. Las PASO le quitaron poder al "arreglo" de las conducciones de los partidos y se lo devolvieron a los ciudadanos. Pero el Gobierno libertario y los líderes de la partidocracia tradicional ("la casta") se pusieron de acuerdo para que este año no hubiera PASO. Ahí todos estuvieron de acuerdo...

Ahora, como si no bastara, vuelven al ruedo ideas como las de eliminar las elecciones de medio término. Esa idea no sólo es contraria a la dimensión participativa, a la dimensión electoral y a la dimensión mayoritaria, sino también a la mismísima dimensión liberal. Toda elección es una instancia de rendición de cuentas vertical: los que gobiernan presenta su rendición de cuentas a la sociedad y ella la aprueba o desaprueba en las urnas. Por ello no es una banal decisión metodológica decidir "nacionalizar" o "provincializar" una campaña. Cuando Milei y gran elenco decidieron nacional los comicios bonaerenses, para los ciudadanos no estuvo en juego la valoración de la gobernación de Axel Kicillof (desastrosa, por cierto), sino la evaluación de la gestión libertaria.

La deliberación

El principio deliberativo de la democracia está centrado en el proceso mediante el cual se toman las decisiones en un sistema de gobierno. Es el razonamiento público centrado en el bien común lo que motiva las decisiones políticas, en contraste con invocaciones emocionales, apegos solidarios, intereses parroquiales o coerción. En las concepciones minimalistas de democracia, esta es una variable esencial: además de elecciones, sólo se pide que haya debate público. Pero esta dimensión viene muy resentida en nuestro país, porque el Gobierno libertario se ha pasado los primeros ocho meses de este año respondiendo toda discusión con insultos. Los diputados opositores dieron media sanción para aumentar el haber previsional y para mejorar el bono de la jubilación mínima. La respuesta de MIlei fue tildarlos de "asesinos" y "genocidas". Los senadores, luego, la conviertieron en ley. Cuando el jefe de Estado dejó de faltarle el respeto a los otros representantes del pueblo (y a la propia investidura presidencial), sus funcionarios esgrimieron argumentos. El gasto previsional representa el 60% del Presupuesto General de la Nación. No es menor incrementarlo. Y el desequilibrio en las cuentas públicas puede generar inflación, que licúe cualquier recomposición. Más tarde, el Ejecutivo vetó la mejora previsional y ello quedo firme en el Congreso de la Nación.

Esta semana, el Gobierno materializó un triple veto. Uno es contra un proyecto promovido por los 24 gobernadores para que los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) que a fin de año aún no han sido otorgados por la Casa Rosada (su asignación a las provincias es discrecional), sea repartido entre todos los distritos conforme los coeficientes de la Coparticipación Federal de Impuestos. ¿Por qué, si los recursos de los ATN provienen de la masa de impuestos, que se cobran fundamentalmente en las provincias, esos recursos no pueden volver a ellas? El segundo veto es contra la ley de mejora del financiamiento de las universidades públicas. ¿Por qué, si hay sobrados índices internacionales que correlacionan el crecimiento del PBI per capita con la mayor inversión en innovación y desarrollo, el Gobierno se opone a esta norma? Finalmente, está el veto contra la Ley de Emergencia en Pediatría, cuyo emblema es el Hospital Garrahan. ¿Cómo se justifica un plan de gobierno si ni siquiera puede sostener un hospital para niños? Sin esas respuestas, la democracia deliberativa se ve afectada.

La igualdad

Finalmente, el principio igualitario subraya que los derechos políticos y las libertades civiles formales son insuficientes para la equidad política. Los sistemas de gobierno también deberían abordar las desigualdades materiales e inmateriales que inhiben el ejercicio efectivo de esos derechos y libertades. Idealmente, los grupos (definidos por ingresos, educación, etnia, religión, lenguaje, región, género, identidad sexual...) deberían gozar del mismo nivel de participación, representación, poder de formación de agenda, protección frente a la ley e influencia sobre el diseño de políticas. La Argentina ha mejorado mucho en las últimas dos décadas en esta materia. Curiosamente, Tucumán tiene allí un déficit: es una de las dos provincias (junto con Tierra del Fuego) que carece de una Ley de Paridad de Género para la representación política en cuerpos legislativos. Se mantiene un cupo del 30%, que además permite a las mujeres ir como candidatas recién en tercer término.

El equilibrio

El enfoque multidimensional de la democracia habilita un abordaje desprovisto de maniqueísmos y reduccionismos. Y, sobre todo, permite advertir que las democracias ya no son canceladas mediante golpes de estado. Ahora se ven sometidas a procesos de erosión de sus valores y de retroceso democrático. Algunos pueden revertirse, como el caso de Brasil (Jair Bolsonaro se negó a aceptar el triunfo de "Lula" Da Silva). En otros, el pronóstico es reservado, como en México y el desmantelamiento de la Justicia independiente. También hay casos, de izquierdas y derechas, en que el retroceso terminó en quiebre de la democracia: Venezuela, Nicaragua y El Salvador.

Las muchas dimensiones de la democracia funcionan como un sistema complejo, donde a veces hay principios que entran en roce con otros. En todo caso, esto prueba la necesidad de una práctica de poder equilibrada. Siempre hay mucho por hacer. Y sobre todo, no hay margen para desbordar.

Esta nota habla de: