Ruben Moisello habló sobre su renuncia como presidente de San Martín
Moisello dio una entrevista y explicó de qué manera marcó al equipo la final perdida contra Aldosivi y cuál fue el error más grande que cometió.
Rubén Moisello dejará de ser presidente de San Martín, terminando una etapa en la que el equipo siempre dio pelea por el ascenso, pero nunca pudo lograr el objetivo.
En el complejo "Natalio Mirkin" se llevó a cabo la asamblea ordinaria que marcó el cierre de un ciclo y abrió formalmente el proceso electoral. La renuncia se formalizó este lunes, mientras que las elecciones fueron postergadas para el 30 de noviembre.
El dirigente que condujo Santo durante más de tres años dialogó con Gonzalo Cabrera Terrazas de La Gaceta y habló sobre su gestión, el desgaste interno y a las críticas recibidas.
- ¿Qué sentimiento te deja este cierre de ciclo?
- Una desilusión muy grande. Frustración, porque no logramos el ascenso que tanto buscábamos. Hicimos todo lo posible, con errores, pero con buena intención. El golpe más fuerte fue Rosario: ese partido nos quebró a todos.
- ¿Por qué consideras que fue el punto de quiebre?
- Porque era el partido que definía todo. Teníamos todo para ascender y no lo hicimos. Fue inexplicable. Había exceso de confianza. Todos sentíamos que ya estaba ganado, y los partidos se ganan en la cancha. Desde ahí cambió todo: el ánimo, la relación con la gente, el clima interno.
- ¿Qué recordás de esos días previos?
- Estuve en Rosario con mi familia. El clima en el hotel era de triunfo seguro. Se tergiversaron muchas cosas. Se dijo que hubo fiesta, música, joda, y eso fue mentira. Como máximo, hubo varios jugadores que recibieron a sus familias. Tal vez el error, y eso lo hablé con el técnico de ese momento, (Diego) Flores, fue permitir tanta cantidad de gente alrededor del plantel. A mí no me parecía lo más adecuado, pero eran personas allegadas; no estamos hablando de desconocidos. Nosotros quisimos concentrar en un lugar más apartado, pero Flores nos pidió que no. Si él consideraba que era lo mejor, ¿quiénes éramos nosotros para decirle que no? Hasta ese momento venía bien, había clasificado con mucha anticipación y el equipo estaba primero.
- ¿Cómo analizás las versiones que circularon después?
- Con bronca. Se dijo que no queríamos ascender, que "no nos convenía". Una locura. Si algo necesitábamos era estar en Primera. Pero hubo gente que difundió mentiras en redes sociales y eso nos hizo muchísimo daño.
- ¿Por qué se esperó tanto tiempo para hablar post Rosario?
- Porque el dolor fue enorme. No lográbamos digerirlo. En mi caso, además, tuve un problema de salud por el estrés. Sufrí herpes zóster, dormía muy poco, tuve que tratarme y alejarme del club seis o siete meses. No podía ni estar sentado sin dolor. Era imposible salir a hablar.
- ¿Ese parate marcó el inicio del final?
- Sí. Cuando volví, ya el clima era otro. En septiembre se dio el quiebre definitivo: fue el primer mes en el que no pudimos pagar todos los servicios. Hasta entonces veníamos al día, pero la gente había dejado de ir a la cancha. El aforo no cubría ni los costos fijos. Ahí entendí que el ciclo estaba agotado.
- ¿Qué peso tuvo esa merma de público?
- Enorme. Antes teníamos más de 20.000 personas por partido; últimamente no llegábamos ni al 15 %. Eso pegó directo en la economía. La recaudación cayó, los pasajes, los hoteles, todo subía. Pero igual seguimos dando desayuno y almuerzo a los jugadores, viajando bien, cuidando el semillero. Queríamos mantener la estructura profesional.
- ¿Cómo fue el diálogo con los técnicos en estos años?
- Siempre intentamos decidir con criterio. No trajimos a (Mariano) Campodónico "porque sí", ni a (Iván) Delfino o (Pablo) De Múner por capricho. Todos fueron elegidos después de evaluar proyectos. De Múner, por ejemplo, dejó cosas muy valiosas: sistemas de medición, equipamiento, tecnología. Después los resultados pueden o no acompañar, pero las decisiones se tomaron con responsabilidad.
- ¿Hubo decisiones que hoy cambiarías?
- Sí, algunas. En lo futbolístico a veces se cedió ante el pedido popular. Se escuchó demasiado al entorno, y eso puede ser un error. El fútbol no es una encuesta: hay que tener paciencia y sostener los proyectos.
- ¿Cómo vivieron la situación de Ariel Martos, que también fue muy comentada?
- Fue terrible. A Martos no lo dejamos ir, lo corrieron. Lo agredieron, lo maltrataron. Le golpearon la puerta de la casa a su madre, la asustaron. Todo eso por perder un partido. El equipo venía mal, pero nada justificaba esa violencia.
- ¿Creés que esa hostilidad en la cancha refleja algo más profundo?
- No es solo fútbol. Hay un enojo social que se mete en la tribuna. Y lo más triste es que lo ves también en las plateas, donde hay gente con educación y recursos. Algunos hasta dejan que sus hijos tiren cosas a la cancha. Se perdió el respeto.
- ¿Por qué decís que San Martín no es para cualquiera?
- Porque impone. Es un club grande, con una presión enorme. Algunos jugadores sienten el peso de ponerse esta camiseta. A veces los ves temblar antes de salir. San Martín exige carácter, no solo fútbol. Y después de Rosario eso se multiplicó. Hubo chicos que me decían: "¿Por qué nosotros tenemos que pagar todo esto?".
- ¿Creés que el desgaste también vino desde las redes sociales?
- Totalmente. Las redes potenciaron todo lo negativo. Se instaló una cultura del insulto. Se decía cualquier barbaridad y muchos lo repetían como verdad. Eso destruyó la confianza. Primero hacia la comisión directiva, luego hacia el plantel y, al final, hacia el club.
- ¿Y cómo se vivía ese clima en la cancha?
- Era muy duro. Había insultos antes de que empiece el partido. En las plateas, gente grande, con sus hijos, tirando botellas. Una violencia sin sentido. A veces me quedaba encerrado en la oficina dos o tres horas hasta que se calmara todo. Un día me insultaron delante de mi nieto; fue el peor momento.
- ¿Cómo fue el momento de la renuncia?
- Nos reunimos y lo decidimos en conjunto. No hubo diferencias. Dijimos: "Renunciamos todos". Queríamos descomprimir y abrir la puerta a una nueva etapa. Quiero agradecer en nombre de toda la comisión directiva a Carlos Cisneros, ya que a través de sus gestiones pudimos afrontar el difícil momento post pandemia y realizar todas las obras en el club.
- ¿Cómo queda el club hoy?
- Ordenado. Con algunas deudas, pero todo controlado. Pagamos planes atrasados, regularizamos aportes, arreglamos la infraestructura. El estadio estaba destruido cuando llegamos. Hoy hay museo, cantina, microestadio, y las cuentas están claras.
- ¿Cuál dirías que fue el mayor acierto de la gestión?
- Las obras y el orden institucional. Dejamos un club mucho mejor que el que recibimos: con bases sólidas, infraestructura de primer nivel y un complejo deportivo que hoy es orgullo. Y también un plantel con jugadores formados en casa.
- ¿Y el mayor error?
- La comunicación. A veces nos encerramos demasiado, no explicamos lo suficiente, y eso generó distancia con la gente. También tal vez haber cedido ante la presión popular en algunas decisiones futbolísticas. Pero siempre actuamos con honestidad.
- ¿Qué consejo le darías al nuevo presidente?
- Que una. Que convoque a todos los sectores y vuelva a juntar a la familia "sanmartiniana". Quizás uno de nuestros errores fue habernos cerrado demasiado en algunos momentos. A quien venga le deseo lo mejor y le voy a dar una mano si lo necesita.
- ¿Y qué mensaje le dejás al hincha?
- Que volvamos a creer. Que volvamos a ser el San Martín de antes, el que hacía temblar La Ciudadela. Se perdió la mística por culpa de ese clima tóxico de las redes. El hincha verdadero alienta cuando el equipo anda mal, no cuando gana. Tenemos que volver a eso.
- ¿Vas a seguir vinculado al club?
- No volvería a ser dirigente. Es un rol ingrato. Me quitó salud, tiempo, dinero. Pero no me arrepiento: lo hice por amor. Si me lo piden y veo que es por el bien del club, colaboraré ad honorem, sin cargos ni compromisos.
- ¿Te imaginás el ascenso desde otro lugar?
- Sí, y espero estar ahí, gritando los goles como un hincha más. Porque San Martín va a volver a Primera. De eso no tengo dudas.