Julio Verne no se equivocó: hay oceanos en el centro de la tierra
Una mina de diamantes con agua en su interior se esconde a 600 kilómetros de profundidad.
Julio Verne publicó su famoso Viaje al Centro de la Tierra hace 160 años, mostró como en el interior del planeta había todo un ecosistema con sus propios océanos y fauna. En Brasil se descubrió el primer diamante con ringwoodita en 2014, esta especie de esponja de cristal con moléculas de agua en su interior ha desvelado que cerca del corazón de la Tierra hay una inmensa mina cargada de este singular mineral.
Tras estudiar el fenómeno y descubrir que el mineral se encuentra a unos 410 y 660 kilómetros de profundidad, los sismólogos han descubierto que a esa profundidad hay suficiente ringwoodita como para almacenar un volumen de agua equivalente a uno o más océanos superficiales, y con ello han demostrado que el ciclo del agua no se limita a lo que ocurre entre nuestros mares y la atmósfera.
El equivalente a tres océanos terrestres
La idea detrás de este fenómeno es que, cuando el agua desciende junto a las placas oceánicas, forma así una suerte de ascensor que recicla y regula el agua de nuestro planeta más allá del ciclo de precipitaciones de la superficie. Puede que no haya lagos ocultos u océanos tal y como los conocemos, pero sin duda es un descubrimiento que arroja más pistas sobre cómo los océanos se han mantenido estables durante los últimos 4.000 años y, sobre todo, a comprender mejor cómo esa agua juega un papel crucial en la formación de los continentes al enfriar la lava.
Ante ello, ahora se plantean distintas cuestiones a las que la ciencia se acercará con interés, como por ejemplo cuál es la distribución exacta de este mineral bajo nuestro subsuelo, o cómo afecta a la actividad volcánica con la intención de predecir posibles desastres en forma de erupciones o terremotos.
En cualquier caso, frente a un panorama en el que el agua es un bien cada vez más preciado, la certeza desvelada por los satélites recientemente de cómo bajo nuestros pies hay el equivalente a hasta tres océanos terrestres en esa zona de transición subterránea, es como música para los oídos de la ciencia. También para los de la ciencia ficción de Julio Verne.