Opinión

Javier, así no

La política argentina tiene ese talento inigualable para lo sorpresivo y lo inevitable al mismo tiempo. La elección legislativa en la provincia de Buenos Aires fue exactamente eso: una escena anunciada y, sin embargo, demoledora.Fuerza Patria -la criatura híbrida que reúne a Kicillof, Cristina y Massa- barrió en el distrito más poblado del país con mas del 47% de los votos. El oficialismo libertario de Javier Milei, su partido La Libertad Avanza, quedó lejísimos, en un segundo puesto que duele: menos del 34%. La diferencia, de trece puntos, no es un detalle: es un mazazo.

Un mapa pintado de peronismo

El peronismo bonaerense se impuso en seis de las ocho secciones electorales. El conurbano, ese corazón caliente y turbulento que define presidentes y derrumba gobiernos, fue un festival de votos para Kicillof y los suyos. Allí donde laten las ollas populares y los sindicatos aún sostienen el pulso, la promesa libertaria se evaporó como humo.El liberalismo apenas pudo consolarse con victorias en la Quinta y la Sexta sección, bastiones más rurales, donde aún persiste la ilusión de que el dogma del ajuste puede convertirse en solución. Pero la geografía política es clara: en la provincia que marca el ritmo del país, la ola peronista volvió a cubrir la arena.

El impacto político: Milei en problemas

Más allá de las bancas en disputa -46 diputados y 23 senadores provinciales-, lo que se juega es el futuro inmediato del gobierno nacional. Esta elección es el primer gran plebiscito de Milei en territorio hostil, y el resultado fue lapidario.El oficialismo libertario venía desgastado por la caída del salario real, la conflictividad social y el desgaste de la retórica incendiaria de Balcarce 50. El veredicto bonaerense es claro: la paciencia social tiene límite y los experimentos económicos no sobreviven a la heladera vacía.

Kicillof, de gobernador a presidenciable

La otra cara de la moneda es Axel Kicillof. El exministro de Economía emerge fortalecido, consolidado como líder opositor y presidenciable para 2027. La foto de la victoria lo muestra no solo como un gestor provincial, sino como el articulador capaz de reagrupar al peronismo en clave nacional.Su triunfo es también la revancha de Cristina, la confirmación de Massa como operador imprescindible y el renacimiento de un frente político que muchos daban por muerto. El peronismo, como siempre, vuelve cuando lo dan por enterrado.

La abstención, otro síntoma

El dato no menor: la participación fue del 62-63%, con más de cinco millones de bonaerenses ausentes. La apatía electoral es también un mensaje. No todos se volcaron a respaldar al peronismo: muchos simplemente decidieron no creerle a nadie. En esa grieta silenciosa se juega la política futura, porque la bronca no votada puede convertirse mañana en el germen de nuevas oposiciones o en la chispa de estallidos sociales.

Al filo

El liberalismo se creyó eterno y descubrió que el tiempo en política es fugaz. El peronismo, una vez más, demostró que puede mutar, resistir y regresar. Y el pueblo, entre la apatía y la esperanza, vuelve a recordarnos que ninguna victoria es definitiva y ninguna derrota es para siempre.Quizás, al final, la política argentina sea eso: un eterno retorno nietzscheano, donde los mismos actores interpretan nuevos papeles en un escenario que se reinventa, pero nunca cambia del todo.La vida política, como la existencia, es absurda: solo tiene el sentido que le damos. Y el domingo, en Buenos Aires, millones de votos le dieron un sentido muy claro: el futuro no es libertario, al menos no por ahora.

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