Descubren la identidad del cuerpo hallado en la casa vecina a la de Cerati
El jueves 26 de julio de 1984 fue visto por última vez y su historia quedó congelada en panfletos y trámites sin respuesta.
Diego tenía 16 años y vivía con su familia en Belgrano. El jueves 26 de julio de 1984 fue visto por última vez y su historia quedó congelada en panfletos, trámites sin respuesta y recortes de revista, ahora, una medianera caída durante una obra en Coghlan permitió identificar al joven desaparecido hace cuatro décadas.
La policía desestimó desde el inicio la denuncia de sus padres y archivó el caso como "fuga de hogar". Su familia insistió en buscarlo por todos los medios posibles. Su padre, Juan Benigno, llegó a contarle a una periodista en 1986: "Desde el primer momento lo caratularon como fuga de hogar. ¿Qué quiere que investiguen si ya dan por sentado que él se fue?".
El hallazgo del cuerpo ocurrió el 20 de mayo de 2025, en una casa de la avenida Congreso 3742, lindera al terreno donde vivió Gustavo Cerati. El derrumbe de una pared dejó expuestos restos humanos. La noticia captó atención no solo por la violencia del hecho, sino también por la coincidencia con una propiedad asociada al exlíder de Soda Stereo, que alquiló la casa vecina entre 2002 y 2003.
La investigación del fiscal Martín López Perrando permitió reconstruir parte del rompecabezas. Un sobrino de Diego, al ver las noticias sobre el hallazgo, ató cabos. Edad, vestimenta, y objetos encontrados cerca del cuerpo coincidían con la historia familiar. Una prueba de ADN realizada por el Equipo Argentino de Antropología Forense confirmó la identidad: los huesos eran de Diego.
El cuerpo había sido enterrado con apuro, a sólo 60 centímetros de profundidad, y presentaba signos de violencia. El informe forense indica un puntazo en la cuarta costilla derecha y cortes fallidos en brazos y piernas, realizados con un objeto similar a un serrucho. Junto a los restos se hallaron una suela, un corbatín escolar, un llavero con llave, un reloj Casio de los 80 y una moneda japonesa que los jóvenes usaban como amuleto.
Diego había salido de su casa con uniforme escolar y nunca más regresó. Iba a la ENET N° 36, jugaba al fútbol en Excursionistas y entrenaba todos los días menos los jueves. Su cuarto permaneció intacto por décadas. La noticia llegó a su madre 40 años después, comunicada por sus otros dos hijos. Su padre murió en un accidente de tránsito sin obtener justicia.
Ahora la fiscalía buscará interrogar a los dueños del chalet que ocupaban la propiedad en 1984. Se trata de una mujer mayor y sus dos hijos, de apellido Graf. Aunque el crimen estaría prescripto, se intentará reconstruir qué pasó, cómo murió Diego y por qué lo ocultaron con tanto descuido, como si no pensaran que algún día iba a saberse.
El caso dejó también al descubierto las fallas estructurales del sistema judicial y policial de aquellos años. La falta de seguimiento, la desidia institucional y el estigma del adolescente que "se fue con una mina" marcaron el destino de una familia. "Nos quejamos, buscamos, fuimos a los medios, pero nadie investigó", había dicho su padre.