Después de octubre...¡viene noviembre!

Argentina está inmersa en lo que podríamos denominar "el síndrome de Octubre".

Los analistas económicos, los protagonistas del quehacer político y los "opinólogos" en general, están presos de una fiebre preelectoral que dificulta un entendimiento racional de los sucesos cotidianos.

Habitualmente los años electorales son complejos. Las administraciones suelen abocarse con preferencia a aquellos temas que entienden pueden redundar en una buena cosecha de votos, y las operaciones y acusaciones suelen tomar un voltaje subido de tono.

En esta ocasión, ha sido el propio gobierno nacional quien se ha ido introduciendo por decisión voluntaria, en una encrucijada con tufo a todo o nada.

La historia de las elecciones intermedias en la República Argentina no pareciera convalidar esta lectura tan tajante.

En 2009 el justicialismo y sus aliados, con Néstor Kirchner a la cabeza perdió las elecciones contra Francisco de Narváez. Dos años más tarde, Cristina Fernández de Kirchner arrasaba en las elecciones presidenciales. En el 2017, Mauricio Macri obtenía una victoria espectacular tiñendo de amarillo (color de su partido el PRO) casi la totalidad del mapa del territorio nacional. Otro dos años más y perdía en primera vuelta con Alberto Fernández. Más recientemente en el año 2021, Juntos por el Cambio encabezado por Horacio Rodríguez Larreta en Capital Federal y Diego Santilli en provincia de Buenos Aires obtuvieron una resonante victoria que, se suponía, los colocaba en la antesala misma de la Presidencia de la Nación. Dos años después Larreta fue aplastado en las PASO, no pudiendo ni siquiera llegar a la instancia de la primera vuelta electoral. Mientras tanto, en esos mismos comicios del 2021, La Libertad Avanza lograría una ínfima representación parlamentaria que apenas garantizaba su subsistencia como fuerza política. En el 2023 se alzaría con la Presidencia de la Nación en una segunda vuelta convalidado por casi el 55% de los votos.

Con estos antecedentes tan frescos a la mano, no se explica la zozobra y la angustia que algunos trasuntan frente a la inminencia del comicio nacional de octubre.

Javier Milei es quien se encargó de darle una trascendencia épica a unas elecciones que venían precedidas de variadas experiencias con resultados diversos y la constante de una abstención elevadísima, que denotaba un profundo desinterés ciudadano por participar. Pero el Presidente parece empeñado en otorgar un carácter decisorio al resultado de la próxima votación, poniendo así en vilo, por decisión propia, la sustentabilidad misma de su gobierno.

Esta actitud le ha valido una dura derrota cuando tontamente nacionalizó los comicios provinciales de Buenos Aires, intentando transformar los mismos en una especie de plebiscito a su gestión.

Y persiste Milei en darle a Octubre dimensiones apocalípticas o epopéyicas, según sea el resultado.

A mi juicio esto es un error tremendo. Pareciera que el fin del mundo sobreviene en octubre.

El gobierno, inmerso en internas feroces, salpicado de corrupción en el núcleo íntimo del entorno presidencial, enfrentado con un arco impresionante de colectivos sociales afectados por sus decisiones, con la deserción de miembros de su propio bloque parlamentario, y sufriendo reiterados y contundentes reveses en el Congreso de la Nación, apuesta todo su capital político usando las dos únicas herramientas que le quedan: a) azuzar el miedo al retorno del kirchnerismo y b) mantener el dólar artificialmente bajo, intentando con ello calmar la persistente tendencia al alza de una inflación que insiste en no querer bajar de la meseta en la que está enquistada.

La semana pasada escribí que esta defensa de la paridad cambiaria viene teniendo un costo demasiado alto para la economía real de los argentinos.

Al borde del abismo, en las inminencias de un caos financiero autoprovocado por mala praxis económica, sacaron un par de conejos de la galera, que, pasada la euforia inicial que pudo haber generado en alguno de sus partidarios, dejan un gusto amargo que nadie puede disimular a esta altura de los acontecimientos.

En forma realmente desprolija, con un manejo abusivo de lo que se conoce como información confidencial, se pactó con un grupo de empresas cerealeras una maniobra muy turbia para acelerar la liquidación de divisas.

De la noche a la mañana, en un anuncio intempestivo realizado a primera hora de la mañana, se eliminaron a cero las retenciones a las exportaciones, hasta el día 31 de octubre de este año, o hasta recaudar U$S 7.000 millones de dólares.

En solo tres días, ONCE EMPRESAS llenaron las respectivas declaraciones juradas y se comprometieron a liquidar el total del cupo comprometido. De esas once, cinco, se llevaron el 80% del botín. De las cinco, una es de capitales chinos y tres de capitales norteamericanos.

El escandaloso procedimiento sirvió para aplacar los mercados, pero causó un profundo resentimiento en los productores. Ya la mayoría había sido conminado a vender en junio, con la amenaza de que la disminución arancelaria ofrecida terminaba su vigencia indefectiblemente el día primero de julio. Ante una presión ratificada de manera expresa por el mismísimo Milei, las liquidaciones fueron masivas.

El productor promedio percibió en la medida adoptada entre gallos y medianoche, una traición dolorosa. La consumación de la maniobra en los tiempos tan fulminantes con que se hizo, y la concentración en tan pocas manos de los beneficios obtenidos, denotan la existencia de premeditación y alevosía por parte de todos los involucrados.

Es evidente que Caputo necesitaba dólares para parar la corrida cambiaria que sus propias torpezas habían generado. Recordemos que para esa fecha ya se habían quemado los cartuchos de los dólares del "blanqueo", de los fondos líquidos aportados por el FMI, de los que fueron suministrados por organismos multilaterales de crédito como el BID o el Banco Mundial, y de los REPO y otro tipo de ardides financieros que sirvieron para sostener una timba financiera monumental.

Ante esa necesidad, se reunió con los exportadores y les pidió liquidaciones anticipadas. La respuesta fue contundente: solo a cambio de retenciones cero.

La zanahoria usada para atrapar esos dólares resultó tremendamente onerosa.

¡Un puñado de empresas se ganó la friolera de U$S 1.700 millones de dólares en tres días!

Y, para colmo, la mayoría de ellas son de capital mayoritariamente extranjero.

Como diría la jerga futbolera: "los productores la vieron pasar". Hasta los más acérrimos defensores del gobierno están estupefactos e indignados.

Casi en simultáneo con estos sucesos, en un viaje relámpago a Estados Unidos, Milei obtuvo la promesa del Secretario del Tesoro norteamericano de una ayuda para sostener la paridad cambiaria.

Los modos de la presentación de este auxilio fueron patéticos.

Pero, más allá de la puesta en escena, a la fecha, las precisiones sobre la efectividad y los alcances del aval comprometido, no están claros ni han sido explicitados.

Nadie sabe cuándo ni cómo llegarán los recursos prometidos. Es más, en un mensaje muy extraño, se informa que el dinero solo sería puesto sobre la mesa si Milei gana las elecciones de octubre. La intromisión que implica esta advertencia por parte de los Estados Unidos en la vida política de un país soberano, es inadmisible.

El mundo ha perdido ya las más elementales reglas del buen sentido y la diplomacia cuidadosa que antes caracterizaba las relaciones internacionales.

Ya el FMI ha violado sistemáticamente todos sus estatutos constitutivos en reiteradas oportunidades, solo con el propósito manifiesto de influir en los resultados de las elecciones en la Argentina. ¡Lo hicieron con Macri, lo hacen ahora con Milei! Entregan dinero a mansalva para mejorar las posibilidades electorales de sus protegidos, aún a sabiendas de que sus informes técnicos dan cuenta de sucesivos incumplimientos por parte de nuestro país de las metas establecidas, y de una imposibilidad de pago concreta, que se advierte en forma expresa en esos documentos.

Trump, con su estilo desenfadado y brutal es todavía más explícito, "pide el voto para Milei" y nos amenaza con no ayudarnos si no votamos como él quiere. Inaudito.

No sabemos todavía que otras condiciones nos serán exigidas. Se habla de bases militares en Ushuaia, de explotación de las llamadas "tierras raras" a favor de empresas norteamericanas, de desandar relaciones comerciales con China, y otras hipótesis incomprobables por la sencilla razón que no hay nada escrito que confirme los detalles de la eventual negociación.

Ahora bien, en todos lados se cuecen habas, dice el refrán, y Estados Unidos no es la excepción.

Los productores sojeros norteamericanos pusieron el grito en el cielo, ya que son directos competidores nuestros, y se consideran grandes damnificados por la exención de retenciones en Argentina. Es más, manifestaron por escrito su fastidio por el salvataje anunciado, y denunciaron que China estaba dejando de comprar soja estadounidense como parte de la guerra arancelaria desatada por Trump. Es por ello que el Secretario del Tesoro americano se comprometió a condicionar su apoyo económico a la reposición del esquema de retenciones en nuestro país. Te acompaño el texto del reclamo de los sojeros del país del norte:

Esto aceleró todos los tiempos, y, con una grosería que asusta, en menos de setenta y dos horas se cubrió el cupo, dejando indignados a NUESTROS agricultores.

Las dos "jugadas maestras" de Caputo han servido tan solo para dilatar la colisión que parecía inevitable.

Sin embargo, como la credibilidad y la confianza en el equipo económico es hoy nula, las tensiones se apaciguaron solo unos pocos días. Las tensiones cambiarias resurgieron y la puja obliga a que cada día nos sorprendan con nuevas restricciones. Quien compre dólar oficial no podrá usar esos dólares para hacer operaciones bursátiles por noventa días. Las billeteras virtuales han sido aparentemente bloqueadas en sus posibilidades de participar del mercado único de cambios. Los anuncios se hacen precipitadamente, uno de ellos a mitad de la rueda del mercado, lo que sorprende por el nivel de imprevisión que esto implica.

Más allá de lo que cada uno de nosotros piense respecto del plan económico, lo obvio es que hace agua por todas partes. Y lo que no se alcanza a entender es el empecinamiento en sostener una paridad cambiaria con intervenciones arbitrarias, abruptas y costosas para el erario público. Pareciera que es una jugada cuyo único destino es llegar a como dé lugar con el dólar anclado hasta el 26 de octubre.

¿Y después del 26 de octubre, qué pasará?

Pues nada, concluirá octubre su ciclo, iniciará su periplo existencial noviembre, y los problemas que tenemos persistirán, agravándose aún más todavía.

Los productores agrícolas prepararán sus siembras con un grado de incertidumbre absoluto respecto del futuro de la comercialización de sus productos. Los industriales argentinos languidecerán víctimas de la prolongación de un esquema de apertura irrestricto de importaciones que, sumado a las caídas de consumo y presión tributaria asfixiante, configuran un panorama desolador. Los médicos y docentes universitarios seguirán percibiendo salarios miserables y se resentirá todavía más el funcionamiento de hospitales, escuelas y universidades. Las personas discapacitadas continuarán sufriendo el desamparo. El acceso a medicamentos se hará cada día más inaccesible para muchísimas personas. La infraestructura pública seguirá su camino de deterioro y desinversión, mientras las empresas del sector se reducen en el volumen de su facturación y los trabajadores ven como se incrementa el nivel de despidos entre sus compañeros. Y los incidentes callejeros, que ya se verifican en medio de la campaña electoral, irán intensificando su peligrosidad.

Ni siquiera una mágica victoria de la Libertad Avanza en octubre, cada día más improbable, alcanza para cambiar un preocupante estado de cosas.

Porque, a todo lo antedicho hay que agregar que, para mantener el equilibrio fiscal, habrá ahora que intensificar ferozmente la magnitud del ajuste.

¿Por qué digo esto?

Pues sencillamente porque el equilibrio fiscal es el resultado matemático de restar lo que nos ingresa versus lo que gastamos. Si regalamos plata a las cerealeras o a Marcos Galperín de Mercado Libre, obviamente tendremos menos ingresos, y por ende, habrá que reducir más gastos todavía para mantener el mismo resultado fiscal.

Mercado Libre, uno de los unicornios argentinos, que factura miles de millones de dólares, en su balance, presentado en los Estados Unidos, formalmente informó que, en el primer semestre de este año, fue beneficiado con U$S 51 millones de dólares de exenciones tributarias por parte del Fisco argentino.

A un puñado de cerealeras, la mayoría de ellas de capitales extranjeras, se les perdonó impuestos por U$S 1.700 millones de dólares.

Todos esos impuestos que no se cobran a los ricos más ricos, son recursos que, al no ingresar en el erario público, generan la necesidad de hacer nuevos ajustes, nuevas reducciones de gastos, y por ende, condenan sectores sociales completos a la desprotección más absoluta.

El problema serio es que, fuere cual fuere el resultado de las elecciones, tendrán que hacerse cargo de un país al borde de la recesión y con la paciencia social completamente agotada.

La "macro" desordenada y sujeta a tironeos explosivos. El último día de Septiembre concluyó con un balance desmoralizador: en el noveno mes del año el Merval sufrió su peor caída mensual en cinco años y el riesgo país cerró por encima de los 1.200 puntos.

O sea que, ni Donald Trump ni los dólares de las cerealeras alcanzaron a disipar las convulsiones de un mercado que ha perdido toda su confianza en este gobierno.

Mientras tanto, la "microeconomía", que no es otra cosa que la economía cotidiana, la real, la que da trabajo y genera producción, está literalmente destrozada. Para colmo parece que esto a nadie le importa en el gobierno. No hay una sola medida, ni una sola, que demuestre que el equipo económico esté pensando en revitalizar un quehacer que ya podemos calificar como francamente recesivo.

En este contexto vamos a votar.

Milei ha perdido la iniciativa política. Sus bravuconadas ya no causan efecto. Cada vez que quiere explicar algo, no solo no lo hace, sino que la embarra mucho más. Karina sigue en un silencio sepulcral que la incrimina. Las causas judiciales y los escándalos de corrupción se amontonan diariamente.

Ahora es José Luis Espert, justo él, quien promete "cárcel o bala" para los delincuentes y es el primer candidato a diputado nacional por la Libertad Avanza, quien aparece vinculado a un narcotraficante que le habría financiado su campaña, mientras le prestaba aviones privados y automóviles de alta gama. La Justicia de Texas habla inclusive de un aporte de U$S 200.000 dólares que habría recibido el candidato libertario personalmente.

Todo un mamarracho pestilente que va dejando serias manchas y degrada lentamente las posibilidades electorales del oficialismo en este bendito y tan temido mes de octubre.

El panorama es desolador, y no resulta para nada gratificante escribir sobre estos temas. Por eso los menciono como al pasar, como para no dejarlos pasar, pero sin querer detenerme en revolver el estiércol, no vale la pena el esfuerzo.

Lo que sí está claro es que, nuevamente el gobierno enfrenta unas elecciones nacionales en un momento de debilidad extrema, y parece carecer de reflejos para reaccionar adecuadamente.

Javier Milei está solo, rodeado por un entorno cada vez más pequeño, sospechado y obsecuente. Su propia tropa se dispersa. Macri reaparece poniendo condiciones, pero tampoco parece muy presuroso ni confiado en asociarse a una eventual derrota. Los gobernadores en masa han dado un paso al costado, y cada cual atiende la suya. Los mercados desconfían. Los poderosos ya han sacado sus ventajas y tienen miedo. El periodismo adicto tiene fatiga moral de seguir sosteniendo lo insostenible.

Solo le queda como carta excluyente a jugar, la simpatía que le garantiza su actitud sumisa y bobalicona para con el mandamás norteamericano, Donald Trump. Ya está preparando las valijas para un nuevo viaje, el enésimo, para una nueva foto, más desteñida si se quiere, y para una nueva entrega, cuyo alcance nadie sabe ni comprende. Atontado por una realidad que le desborda y no comprende, se niega a entender que debe dirigir la mirada hacia su propio pueblo, a sus sectores sociales que se movilizan y a sus representantes institucionales que le apoyaron hasta donde pudieron, y aún más. Encerrado en el laberinto de sus propios fantasmas, el hombre ha perdido el rumbo.

Alguien tiene que decirle a Milei que Octubre ya llegó, y que, pase lo que pase, él tiene que gobernar.

Le quedan más de dos años de mandato, y debe cambiar, si quiere subsistir.

Tiene que entender que la hora del grito y la prepotencia ya terminó. Llegó la hora de construir consensos. Y para edificar acuerdos es necesario cimentar confianza, lo que es imposible con su entorno cercano. Basta de darnos clases de economía en lenguaje esotérico, ha llegado la instancia en que hay que dar respuestas concretas a los problemas urgentes de las personas de carne y hueso. Es momento de dejar de tensar la cuerda, si lo sigue haciendo, fatalmente se cortará.

Porque Octubre transcurrirá inevitable, como la vida misma. Y los argentinos votarán. Su mensaje no es veredicto, es apenas la descripción de un estado de ánimo del conjunto social. Pero los políticos avezados saben lo peligroso que es desoír el clamor de las urnas. Son veleidosas y fugaces cuando te premian, pero implacables cuando te castigan.

No hago vaticinios, casi por cábala, y por la experiencia de saber que los pueblos se expresan muchas veces sorprendiendo a los profesionales del rubro, pero confieso que me sorprendería mucho un resultado favorable al gobierno. Una hipótesis en ese sentido agudizaría la soberbia oficial y recrudecería políticas de ajuste en una sociedad muy castigada. Las consecuencias son imprevisibles.

Una derrota del gobierno, como muchos pronostican, aceleraría la necesidad de cambios en la gestión y el tradicionalmente huidizo y cobarde comportamiento que caracteriza a los mercados, ocasionaría serias zozobras.

En ambos casos, fatalmente llegará Noviembre, y el barco seguirá a la deriva.

Quiera Dios que me equivoque y el timonel recupere de repente la cordura.

Buenos Aires, 02 de Octubre del 2025

Sisto Terán Nougués

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