Clase media en caída: 4 de cada 10 argentinos no tienen auto y creen que nunca tendrán casa propia

Un estudio revela que la clase media perdió el 43% de su poder de compra y vive un cambio estructural: trabajo y educación ya no garantizan progreso.

Durante décadas, la clase media fue el emblema del progreso argentino. Pero hoy, ese relato se encuentra en crisis. Según un estudio de la consultora Moiguer, este sector no solo sufre un deterioro económico, sino también una transformación cultural profunda: muchos ya no se sienten parte de esa clase a la que supieron pertenecer.

Una familia tipo en la Ciudad de Buenos Aires necesitó en febrero al menos $1.300.000 para no ser considerada pobre, y más de $1.700.000 para ser considerada clase media, según la Dirección General de Estadísticas y Censos porteña.

El dato más alarmante: la clase media perdió el 43% de su poder adquisitivo en los últimos años. Y eso tiene consecuencias concretas. Cuatro de cada diez personas creen que jamás podrán acceder a una vivienda propia, y casi la mitad no tiene auto.

El trabajo y la educación ya no garantizan el ascenso social

"El trabajo formal ya no asegura pertenecer a la clase media", explica Magdalena Iocco, directora de Contenido de Moiguer. A pesar de que el 40% tiene mayor nivel educativo que sus padres, ese esfuerzo no se traduce en una mejora de ingresos. De hecho, el 60% de quienes tienen empleo en relación de dependencia afirma que apenas puede subsistir, y solo un 14% ve oportunidades reales de crecer profesionalmente.

Entre 2017 y 2023, el salario real cayó un 25%, la inflación acumulada superó el 1500% y la pobreza infantil alcanzó el 57,4%. En este escenario, muchos ven como imposible la compra de una casa o un vehículo, dos símbolos históricos de clase media.

Una identidad social que se desdibuja

El estudio revela un fenómeno de "desacople" en la identidad social. El 76% de quienes pertenecen a la clase media baja se perciben como clase baja o vulnerable. La autoidentificación como "clase media" se desvanece, y con ella también los valores compartidos y las aspiraciones colectivas.

La tradicional escalera del progreso -estudio, trabajo, consumo- ya no existe como antes. Solo el 28% cree que sus hijos vivirán mejor que ellos. Frente a esto, surgen nuevos caminos como emprender, capacitarse en tecnología o invertir en criptomonedas.

Las diferencias internas en la clase media también se amplían. Entre los segmentos medios altos (C2) y los medios bajos (C3) hay una brecha de ingresos del 100%. Pero entre los medios bajos y la clase baja (D1), esa diferencia es solo del 38%. Es decir, muchos hogares de clase media baja se parecen más a los sectores vulnerables que a los medios consolidados.

Este quiebre no solo afecta el consumo, sino también la política y la cultura. La clase media pierde fuerza como actor colectivo y como símbolo de unidad nacional. Aun así, valores como la educación, el esfuerzo y la resiliencia siguen vigentes, aunque sin traducirse en progreso material.

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