El reciente ataque con misiles de Irán contra el hospital Soroka en Beerseba marcó un punto de inflexión en la guerra que Israel libra contra el régimen de los ayatollahs. En respuesta, el primer ministro Benjamín Netanyahu intensificó su presión sobre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para que se sume militarmente a la ofensiva.

Hasta ahora, desde Washington se había planteado cautela. Trump advirtió que evaluaría todas las alternativas antes de tomar una decisión. Pero tras el bombardeo al hospital israelí, donde se encontraban pacientes civiles, el gobierno de Netanyahu inició gestiones urgentes con asesores clave del mandatario estadounidense.

La prioridad de Israel es destruir la instalación nuclear iraní de Fordow, ubicada a 60 metros de profundidad. Para ello, necesita aviones B2 y bombas antibunker de 14 toneladas, armamento que solo posee Estados Unidos. Según fuentes diplomáticas, el Pentágono ya desplegó recursos militares en Medio Oriente como medida preventiva.

La participación directa de Estados Unidos aún no está definida, pero crece la expectativa de una inminente llamada entre Trump y Netanyahu. El presidente estadounidense teme una represalia iraní sobre las bases militares norteamericanas en Irak, Siria y Arabia Saudita, donde hay más de 40.000 soldados desplegados.

El ataque a Soroka podría acelerar una decisión histórica. La línea entre el Pentágono y las Fuerzas de Defensa de Israel está activa, pero una ofensiva conjunta dependerá exclusivamente de una orden política de Trump.

"El bombardeo apuntó a civiles. Un bebé en terapia intensiva, un anciano en un asilo. Irán cruzó un límite", expresó el presidente israelí Isaac Herzog. En Washington, todas las miradas apuntan ahora al Salón Oval.