Julio César Grassi, quien alguna vez fue un referente de la solidaridad en Argentina y un habitual en los programas de televisión de los años '90, pasó de ser una figura pública admirada a un símbolo del horror y la traición. 

Con 68 años, Grassi cumple una condena de 15 años de prisión por abuso sexual infantil, una caída estrepitosa desde los días en que dirigía la fundación Felices los Niños y se codeaba con figuras del espectáculo y el poder político.

La Fundación Felices los Niños, creada en 1993 en William Morris, Hurlingham, llegó a tener 52 sedes y asistió a más de 6.300 niños en todo el país. Sin embargo, en octubre de 2002, su imagen se desplomó cuando el programa Telenoche Investiga reveló las denuncias de abuso sexual cometidos por Grassi contra menores bajo su cuidado.

A pesar de las múltiples acusaciones, Grassi utilizó su influencia y una poderosa defensa legal para demorar el juicio, que finalmente comenzó en 2008.

En 2009, la Justicia lo condenó por dos hechos de abuso sexual agravado y uno de corrupción de menores, aunque fue absuelto de otros 15 cargos debido a la falta de pruebas. A pesar de la condena, Grassi no fue encarcelado hasta 2013, cuando la Suprema Corte bonaerense ratificó la pena.

Durante su tiempo en prisión, Grassi continuó atrayendo la atención mediática, ya sea por desviar donaciones de su fundación hacia la cárcel donde estaba detenido, o por estudiar Derecho y obtener un título de abogado. 

Intentó obtener su libertad anticipada para mudarse a un country, pero su solicitud fue rechazada.

A pesar de las pruebas y la condena en su contra, la Iglesia Católica nunca expulsó a Grassi del clero. El Vaticano inició una investigación, pero nunca tomó una decisión definitiva. Desde la cárcel, Grassi ha manifestado su intención de seguir "siendo sacerdote" y abogado de los "pobres".