Las universidades argentinas caen en el ranking global: alertan por la falta de fondos para investigación
La UBA sigue siendo la mejor del país, pero el sistema universitario argentino pierde posiciones globales.
El último informe del Center for World University Rankings (CWUR) 2025 reflejó un escenario preocupante para la educación superior argentina: la mayoría de las universidades públicas del país cayeron en la clasificación global, en un contexto marcado por el desfinanciamiento y la falta de políticas sostenidas para la investigación.
La UBA, aunque sigue siendo la mejor posicionada de Argentina, cayó del puesto 390 al 409, mientras que solo siete universidades nacionales lograron mantenerse dentro del top 2000. Las más destacadas fueron la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) en el puesto 752 y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que logró escalar del 974 al 819.
Falta de fondos y rechazo al financiamiento
Según el propio CWUR, la principal razón del retroceso argentino es la falta de recursos para investigación y desarrollo, un reclamo que desde hace años vienen realizando las casas de estudio del país. La situación se agravó tras el rechazo del Gobierno nacional al proyecto que buscaba fortalecer la financiación del sistema universitario, una decisión similar a la que se tomó en 2024.
Entre las casas de estudio que descendieron o quedaron fuera del ranking están la Universidad Nacional de Rosario (puesto 1576), la del Litoral (1693), Cuyo (1793) y Mar del Plata (1841). También salieron del listado la Universidad Nacional del Sur, la Universidad Nacional de Tucumán y la del Comahue, que habían figurado en años anteriores.
Un desafío para sostener la calidad académica
El CWUR evalúa más de 20.000 universidades en base a cuatro criterios: calidad educativa, empleabilidad de graduados, calidad docente e investigación científica, con fuerte énfasis en la publicación internacional. Este último punto perjudica a las instituciones que no tienen acceso a financiamiento o que producen ciencia en español.
La caída en los rankings refleja un problema estructural que compromete la capacidad del sistema universitario argentino para retener talentos, producir ciencia competitiva y mantener su relevancia global. El desafío es claro: sin inversión sostenida, la calidad académica seguirá deteriorándose.