Emisión monetaria: ¿La dolarización quedó en el inodoro?
El propio Gobierno recurrió a la emisión monetaria que prometía evitar. Un giro pragmático en plena tensión fiscal y año electoral en marcha. ¿Casualidad o causalidad?
El Gobierno de Javier Milei acaba de protagonizar uno de los movimientos económicos más contradictorios desde su llegada al poder: decidió transferir más de 11 billones de pesos desde el Banco Central al Tesoro, apelando al mismo tipo de financiamiento monetario que durante toda la campaña juró desterrar. ¿La meta? Evitar un desfinanciamiento abrupto del Estado en medio de un calendario de vencimientos que no da respiro.
La situación fue desmenuzada por el economista Guido Zack en una columna publicada por Cenital, titulada -irónica y contundentemente- "Plan caquita: el programa económico entra en su etapa escatológica". El título remite a una de las frases más virales del Presidente, cuando dijo que el peso era "excremento" y que no se podía construir una economía sólida sobre esa base.
Pero lo cierto es que, más allá del dogmatismo, la realidad se impuso. Las utilidades del Banco Central en 2024 fueron de $19,4 billones. De ese total, el Gobierno decidió destinar el 60% (unos $11,7 billones) a financiar al Tesoro Nacional, en lugar de fortalecer el balance del BCRA. En otras palabras: el "plan motosierra" se topó con el "plan salvavidas".
¿Esto no era emisión?
Técnicamente, la transferencia de utilidades no es emisión per se -al menos hasta que ese dinero se utilice efectivamente-, pero sí aumenta la base monetaria ampliada, una de las variables clave que el propio Gobierno prometía mantener estable para evitar presiones inflacionarias o cambiarias.
En abril, el Tesoro solo logró refinanciar el 70% de sus vencimientos de deuda, y tuvo que afrontar $2,2 billones en efectivo. Sin esta maniobra del Banco Central, su margen de maniobra hubiese sido nulo.
¿Qué implica esto?
Zack explica que la contradicción no solo es conceptual, sino también estratégica: el oficialismo pasó de alentar una supuesta dolarización endógena -basada en una escasez de pesos que obligara al uso creciente del dólar- a una política de remonetización basada en la emisión encubierta.
Si el mercado interpreta esta jugada como una señal de debilidad fiscal, podrían volver las presiones sobre el dólar. Y si eso ocurre, la banda cambiaria anunciada entre $1.000 y $1.400 podría quedar desbordada.
El pragmatismo como ancla
En definitiva, lo que se ve es un giro pragmático. El Gobierno, presionado por los vencimientos de deuda y por la necesidad de mostrar cierto orden financiero, apeló a una herramienta que en campaña consideraba pecado mortal. ¿Se trata de un reconocimiento implícito de que no hay alternativa? ¿O el inicio de una etapa de mayor flexibilidad discursiva?
Mientras tanto, el "plan caquita" -como lo bautizó Zack con ironía- sigue generando escozor entre quienes apostaban a una economía de shock, sin grises ni medias tintas.