Desde el abismo, las rebeliones: cómo una expedición al fondo del mar vapuleó los recortes de Milei y puso la ciencia en el centro social

En un país donde el saber parece condenado por decreto, la ciencia argentina emerge, ojos vidriados y puño alzado, desde los abismos marinos. No se trata solamente de un hallazgo científico: es una escena de resistencia, un poema escrito con luces frías a 4.000 metros de profundidad.

A finales de julio y hasta el 10 de agosto de 2025, el Conicet, junto al Schmidt Ocean Institute, puso a navegar el buque Falkor(too) en la expedición Oasis Submarinos del Cañón de Mar del Plata: Talud ContinentalIV. Durante días, desplegaron al ROV SuBastian hasta casi 4.000 metros bajo la superficie. Imagen tras imagen -peces translúcidos, estrellas multicolores, corales pétreos, esponjas carnívoras y criaturas jamás vistas en esta región- fue transmitida en vivo. Cada inmersión era un capítulo de un relato mayor: el de la ciencia argentina resistiendo en tiempos adversos.

Mientras la superficie política hervía con recortes, despidos y desmantelamientos institucionales, las profundidades marinas ofrecían otra narrativa: la del trabajo en equipo, la curiosidad y el compromiso. Esta rebelión cultural, social y científica irrumpió como una contraseña invertida: mientras desde el gobierno se desmontaba el sistema científico -con recortes brutales al Conicet, la degradación de ministerios a secretarías y el congelamiento de becas-, estas transmisiones popularizaron la ciencia pública y la pusieron en el centro social con emoción desbordante.

REBELIÓN CULTURAL

Al estilo de un poema visual, millones de argentinos conectaron con una realidad desconocida y fascinante: la ciencia se hizo espectáculo, magia y cercanía. La transmisión en vivo, con sus imágenes hipnóticas, se volvió trending en redes sociales. Generó memes, inspiró trabajos escolares y fue tapa de medios internacionales como The New York Times, que describió el evento como "un mar de estrellas de mar convertidas en abanderadas contra los recortes". En un país saturado de malas noticias, la expedición ofreció un respiro, una dosis de belleza inesperada.

Este fenómeno cultural no fue casual. Se trató de la convergencia de un saber altamente especializado con la comunicación masiva. El equipo del Conicet, en colaboración con colegas internacionales, supo contar la historia no solo desde lo técnico, sino desde la maravilla. Cada criatura observada era presentada como un personaje; cada paisaje submarino, como un escenario que debía ser preservado. La cultura científica se coló así en la conversación diaria de un país que, al mismo tiempo, veía cómo se achicaba su presupuesto para investigar.

REBELIÓN SOCIAL

No hubo cierre elegante, sino una corriente de indignación y solidaridad. Las redes sociales estallaron con hashtags como #CONICETNoSeToca y #CienciaEsSoberanía. Escuelas de todo el país organizaron proyecciones colectivas, docentes usaron el material para dar clases en vivo y ciudadanos comunes siguieron con fascinación las inmersiones desde sus teléfonos. La imagen de un pez translúcido captada en la madrugada tuvo más alcance que algunos actos oficiales del gobierno.

Este interés masivo reveló algo profundo: que la sociedad argentina, pese al desgaste económico y la crisis política, sigue reconociendo en la ciencia un motivo de orgullo y un bien común. En medio de la precariedad laboral y la inflación que pulveriza salarios, este proyecto demostró que todavía es posible generar entusiasmo y unión social en torno a un objetivo colectivo y noble.

REBELIÓN CIENTÍFICA

La expedición se organizó sin un centavo extra del Estado. Fue posible gracias a fondos filantrópicos del Schmidt Ocean Institute, pero el verdadero motor fue el talento y la experiencia acumulada del equipo argentino del Conicet. "Material para diez años de estudio... sin financiamiento, el sistema científico se desangra", advirtió el biólogo Gregorio Bigatti. La paradoja era evidente: mientras el gobierno recorta, la ciencia argentina produce hallazgos de nivel mundial.

Desde el punto de vista científico, la misión documentó ecosistemas de altísima biodiversidad en un área prácticamente inexplorada. Esto tiene implicancias concretas: mejor comprensión de la cadena trófica marina, identificación de especies potencialmente nuevas para la ciencia, y datos esenciales para diseñar políticas de conservación y pesca sustentable. Sin embargo, todos estos logros corren el riesgo de quedar atrapados en papers y discos duros si no hay financiamiento para analizarlos.

CONTEXTO POLÍTICO

El presidente Javier Milei ha defendido públicamente la idea de que la ciencia debe ser financiada por el sector privado y orientada al mercado. Esta visión, acompañada por recortes sistemáticos, ha dejado a cientos de investigadores sin contratos y ha paralizado proyectos estratégicos. En ese marco, la expedición se convierte en un acto político en sí mismo: una demostración de que la investigación pública sigue viva, capaz de atraer colaboraciones internacionales y de fascinar al gran público.

MENSAJE DESDE EL ABISMO

La transmisión del Talud Continental IV fue más que un viaje submarino. Fue un recordatorio de que la ciencia es también un lenguaje de identidad nacional, un ejercicio de soberanía y una herramienta de cohesión social. Desde el silencio oscuro del fondo marino, la Argentina envió un mensaje claro: no todo puede medirse en términos de rentabilidad inmediata. Hay descubrimientos que valen por sí mismos, porque amplían el horizonte de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.

EPILOGO DESDE LAS PROFUNDIDADES

En tiempos de poda presupuestaria y discursos anti-intelectuales, esta expedición fue un acto de insumisión. Una rebelión pacífica pero profunda, tan profunda como el cañón de Mar del Plata que exploró. La pregunta que deja flotando es simple y brutal: si con tan poco se puede lograr tanto, ¿cuánto más podría conseguir la ciencia argentina si en lugar de recortarla, se la impulsara?

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